Por: Ramón F Cuas J
El orgullo puede hacer que muchas personas se sientan avergonzadas de sus parejas. Consideran que no merecen sus compañías. Las menosprecian por su bajo nivel social, cultural o intelectual. Este fue el caso de la hija menor del primer rey de los israelitas; el rey Saúl.
Mical era hermosa como su padre. Estaba acostumbrada a las comodidades del palacio, enseñada en etiqueta y codeada con la realeza. Su vida era el sueño de cualquier mujer.
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David mata a Goliat |
Después que David mató a Goliat, el rey le ofreció su hija mayor Merab, pero se la entregó en matrimonio a otro hombre. Cuando el rey fue informado, que Mical se había enamorado de David, le impuso una tarea, pensando que no la podría cumplir, pudiendo morir en el intento. Consistió en traerle el prepucio de cien filisteos. David le presentó doscientos prepucios de filisteos. El rey no tuvo otra opción más que cumplir. Es de esta manera, como un humilde pastor, que después de ser un soldado exitoso, accedió a la familia real.
Mical se vinculó con David, quien pasado algún tiempo llegaría a ser rey.
La actitud férrea, valiente e indomable de David, causó en Saúl un cierto temor. David acumulaba más vítores con el paso del tiempo. El odio de Saúl se incrementaba al fracasar todos sus planes para matar al guerrero.
Mical le ayudó a escapar de Saúl. Pero ella no huyó con su esposo al desierto. No podía pagar el precio de ser la mujer de un forajido. No soportó la idea de pasar necesidades junto a su marido. Prefirió las comodidades del palacio. Rehusó el camino que Dios había puesto para David, con el fin de establecerlo como rey. Ella prefirió el camino más fácil de riqueza, poder y prestigio.
David vivía huyendo de Saúl para que no le matase. En su ausencia, el rey entregó su hija a otro hombre. Sin embargo, el amor de David por Mical permaneció a pesar de los años. El precio que pagó por ella fue demasiado alto, como para ser olvidado. Además seguía siendo su esposa, aún estuviera conviviendo con otro hombre, pues lo que Dios une, no lo puede separar el hombre.
David recurrió a Is-boset, hijo de Saúl para recuperar a su esposa. Se la quitaron al hombre y le fue devuelta.
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Mical avergonzada, mira a David danzando. |
David regresó a Jerusalén repleto de gozo, saltando y danzando alrededor del arca. Mical vio a su esposo comportándose como un niñito alegre, sin guardar el protocolo real. Sintió vergüenza. Lo menospreció en su corazón. Ella era una princesa; no podía permitir esa afrenta a su imagen pública.
No podía convivir con un pastor.
Se enamoró del guerrero, pero no del pastor.
Apreciaba al rey, a alguien de su altura.
Se enamoró de su fama, mas no de su llamado.
Se enamoró de su imagen, pero no de su corazón.
Mical regresó al palacio del rey David después de que este obtuviera la corona de Israel, siendo una mujer distinta, resentida. Se burló de su esposo mientras danzaba con su pueblo.
Volvió con David, pero al no poder darle un heredero, su destino fue horrible. En la antigüedad, la peor vergüenza para una mujer era su esterilidad. Los hijos eran el regalo de Dios y daban valía a una mujer. No tener hijos era considerado como una maldición. Mical pudo ser la esposa del rey más famoso de todos los tiempos, pero no dio la talla para ser su mujer.
No seas como Mical.
Serías estéril. No producirías frutos para Dios.
No verías a David danzando ante Dios en adoración y alabanza, sino tratando de seducir a las hermanas de la iglesia.
Preferirías ser tratado como del mundo y no como hijo de Dios.
Vivirías entre los hijos de Dios, pero coqueteando con el mundo.
Buscarías el cielo, sin querer abandonar lo mundano.
Tratarías tener amistad con Dios y con el Diablo.
Más nos vale definirnos y buscar al Rey de Reyes y Señor de Señores en Cuerpo, Alma y Espíritu.
COMO MICAL PIERDES LA VISION DE DIOS.
PIERDES LA OPORTUNIDAD DE LA VIDA ETERNA.-