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Enero 2012, 8:43 PM
DE SALUD Y OTRAS COSAS
¿Quién es que determina lo que está bien y lo que está mal?
¿Quién es normal y quién es anormal?
Todos tenemos una vara midiendo acciones de quienes nos rodean. Evaluamos
conductas y toda la existencia de los demás.
Gran parte de nuestras conversaciones dentro y fuera del hogar la dedicamos
a formular juicios sobre gente que a veces ni siquiera conocemos.
Con frecuencia convertimos lo subjetivo en objetivo: “Esa damita se está
acostando con el Jefe”, murmuró Luisa en una oficina pública, lo hizo por pura
presunción. Al otro día todo el edificio dio como un hecho no sólo que la niña
en cuestión salía con su jefe sino que estaba embarazada.
Indagatorias más profundas determinaron que se trataba de la novia del hijo
del Jefe y que en breve se casarían.
Resulta interesante que cuando nos equivocamos, midiendo gentes y actitudes,
razonemos que no somos infalibles y que es riesgoso equivocarse respecto a la
conducta del otro.
Abundan las gentes estrictas, serias, cumplidas y excelentes ciudadanos, y
sin embargo para ellos todo el mundo es charlatán y ninguna mujer sirve.
He notado que en la sociedad dominicana los moralistas de hojalata predican
normas y valores en calzoncillos y justamente, desde la baraúnda de los
moteles.
Hay que ver la paja en nuestros propios ojos; salir de nuestro micro mundo de
permanentes evaluaciones del otro; mirar hacia los lados y asumir con cierta
humildad un mundo imperfecto.
Mucha gente, que se percibe como lo mejor de la bolita del mundo, al
descubrir que su hija es lesbiana; que su mujer tiene sida o que le acaban de
diagnosticar un cáncer, se refugian en las religiones en procura del
perdón.
Estoy en un proceso de revisión de mi propia rigidez para convivir y
entender, fuera del marco de la consulta profesional, a los impuntuales; a los
mentirosos de profesión; a los políticos sin un ápice de principios; a los
padres irresponsables; a los humanos ingratos y a los chismosos de
profesión.
Me proponía terminar este artículo diciendo:
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